ORIENTACIONES PARA PROMOVER COMUNIDADES ACOGEDORAS
Una infografía -sencilla pero profunda- de la Subcomisión episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española.

ORIENTACIONES PARA PROMOVER COMUNIDADES ACOGEDORAS
Una infografía -sencilla pero profunda- de la Subcomisión episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española.

CÁNTALA, BÁILALA, FÍRMALA
Soledad Gallego-Díaz
Imagen de Patricia Bolinches
– Artículo de Opinión publicado en El País, 2.4.23 –
[La Mesa por la Hospitalidad no comparte forzosamente la opinión que aquí se expone, pero la propone para la reflexión y el diálogo de todos]
Cántala, báilala, fírmala
CC OO y UGT han renunciado, vergonzosamente, al debate sobre los derechos de los trabajadores inmigrantes
Soledad Gallego-Díaz
“Cántala, báilala, fírmala”… Durante varios meses cientos de voluntarios cantaron, rapearon y bailaron por las calles de las ciudades españolas pidiendo la firma para una iniciativa legislativa popular (ILP), requiriendo al Congreso de los Diputados la regularización de las cerca de 500.000 personas, un tercio de ellas menores, que se encuentran en situación administrativa irregular, es decir, que son inmigrantes “sin papeles”. Las firmas, más de 612.000, se entregaron en febrero y desde entonces la ILP, convertida en una proposición no de ley para la regularización extraordinaria de personas extranjeras, se encuentra parada en la Comisión de Trabajo del Congreso (afortunadamente se evitó que fuera a parar a la Comisión de Interior, donde no pintaba nada), pero todo va a paso de tortuga. Las casi 800 organizaciones que pusieron en marcha esa recogida de firmas, y que contaron con el apoyo de la Conferencia Episcopal, denuncian la pasividad que vuelve a rodear el tema y se temen que se llegue al cierre de la Cámara sin lograr la ansiada regularización.
El Partido Socialista parece pensar que es suficiente con la reforma de la Ley de Extranjería que llevó a cabo el ministro Escrivá en 2022 y, lo peor de todo, los sindicatos mayoritarios, Comisiones Obreras (CC OO) y Unión General de Trabajadores (UGT), se mantienen al margen, como si esa regularización no tuviera que ver con la explotación laboral ni con el mundo del trabajo, pese a que es notorio que la mayor parte de los adultos en situación irregular está ya trabajando (el 69% de los empresarios declara tener dificultades para cubrir vacantes, un porcentaje dos veces más alto que en 2011) y que algunos empresarios se aprovechan de su indefensión administrativa para empeorar sus condiciones laborales y salarios.
Los sindicatos han negociado en los dos últimos años numerosos contenciosos con el Gobierno y con la patronal, pero sin decir una palabra sobre la llegada y los derechos de los trabajadores inmigrantes. ¿Por qué? Quizá porque piensan que esa regularización, y en general todo lo que tenga que ver con una política migratoria más abierta, puede acercar a los trabajadores españoles a la ultraderecha, especialmente en temporada electoral. Es decir, por puro e irracional miedo, un miedo que les hace olvidar sus obligaciones y les quita todo empuje en este campo. Lo cierto es que tanto CC OO como UGT han renunciado, clara y vergonzosamente, a cualquier protagonismo en este debate.
La reforma del reglamento de la Ley Orgánica de Extranjería, propuesta por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y aprobada por el Consejo de Ministros en julio de 2022, ha ayudado a mejorar algunas situaciones, por ejemplo la de los estudiantes extranjeros, al eliminar restricciones a su incorporación al mercado laboral. Sin embargo, los cambios introducidos para ampliar la figura de arraigo (demostrar que una persona está establecida de manera permanente en un lugar) no han servido para gran cosa. Según las ONG que mejor conocen la situación, la fórmula de arraigo sigue exigiendo criterios muy restrictivos y demasiada discrecionalidad. La peor consecuencia es que la imposibilidad de demostrar ese arraigo por parte de los padres está haciendo que cerca de 125.000 menores, 61% de ellos con menos de 10 años, continúen sin recibir la protección que necesitan.
La gran mayoría de esos niños son latinoamericanos. Según la Fundación Por Causa, especializada en el análisis de la inmigración en España, el perfil de la irregularidad responde hoy a estos datos: Latinoamericano (solo el 11% de los migrantes irregulares son africanos, el 81% procede de América Latina), 6 de cada 10 son mujeres, jóvenes y con niños, trabajadoras en los sectores esenciales y complementarios que viven concentradas en zonas urbanas. En 2020 y 2021 se produjo un cambio de flujos, de manera que la llegada de migrantes procedentes de Marruecos (magrebíes o subsaharianos) ha caído un 62%, mientras están subiendo quienes llegan de Colombia, Venezuela y Nicaragua.
Las regularizaciones extraordinarias de inmigrantes sin papeles que promueven esas 800 organizaciones civiles, religiosas y culturales son una práctica muy habitual y hasta ahora nunca han provocado enfrentamientos políticos en España, donde ha habido nueve, cinco promovidas por gobiernos del Partido Popular, y cuatro, por gobiernos socialistas. ¿A qué espera el Congreso?
VULNERACIÓN DE DERECHOS: LAS PERSONAS EN SITUACIÓN ADMINISTRATIVA IRREGULAR
– Estudio de Fundación Foessa. 20.9.23 –
[Tomado de la web de Fundación Foessa]
Una de cada tres personas acompañadas por Cáritas en España en 2022 se encontraba en situación administrativa irregular.
El número de migrantes atendidos sin permiso de trabajo o residencia aumentó un 43% con respecto a 2019.
La mayoría de la población de origen inmigrante sigue estando fuertemente concentrada y segregada en la parte baja de la estructura social española. De hecho, las personas extranjeras en situación irregular sufren mayores vulneraciones de derechos, lo que provoca que la exclusión social les afecte tres veces más que a la población española.
Mientras que en la población española la incidencia de la exclusión social es del 26%, para las personas de origen extracomunitario se eleva al 68%, e incluso hasta el 81% para las personas en situación administrativa irregular, es decir, una incidencia tres veces mayor. La irregularidad es la causa determinante de la mayor incidencia de la pobreza y la exclusión.
Así lo refleja el documento FOCUS titulado “Vulneración de Derechos. Las personas en situación administrativa irregular”, (verlo al final de la página) publicado este miércoles por la Fundación FOESSA y cuyo objetivo es analizar las consecuencias que tiene sobre sus vidas la extrema precariedad económica y el no poder acceder a ayudas de vivienda, atención sanitaria o al empleo.
Para llegar a esta conclusión y ante la falta de cifras oficiales, el informe realiza una estimación del número de personas en situación administrativa irregular a partir de los datos que aportan los programas de acción social de Cáritas que acogen a estas personas.
Un 43% más que en 2019
De acuerdo con esas cifras, el 32% de las personas acompañadas por Cáritas a través de sus programas y recursos en 2022 se encontraban en situación administrativa irregular. En números absolutos se trata de 500.000 personas, un 43% más que a lo largo de 2019. El periodo medio de acompañamiento que necesitan estas personas oscila entre 1 y 2 años.
“Aunque los datos son insuficientes para poder aproximarnos al número real de personas en situación administrativa irregular en España, son suficientes para generar una aproximación realista y representativa sobre su situación”, explica Thomas Ubrich de la Fundación FOESSA y miembro del equipo de Estudios de Cáritas Española.
El estudio señala que existe una relación directa entre la falta de reconocimiento y acceso al derecho a la salud, al acceso al empleo y a las ayudas de vivienda y la mayor incidencia de rasgos de exclusión social en este grupo de personas.
De hecho, el 28% de las personas en situación administrativa irregular vive en hogares con todas las personas activas desempleadas. En el caso de ser las sustentadoras principales del hogar, el 23% tiene un empleo sin contrato legal y sin cotizar a la Seguridad Social.
“No contar con una autorización de residencia o trabajo dificulta y mucho la inclusión laboral pese a que se trata a su vez de la condición sine qua non para lograr casi cualquier autorización por razones excepcionales”, indica Thomas Ubrich.
Para María Segurado, del equipo de Incidencia Política de Cáritas Española, “el obstáculo primordial surge de la lógica intrínseca del régimen general de extranjería y de la práctica inexistencia de vías legales y seguras de entrada en España, así como la exigencia mayoritaria de un trabajo para acceder a una autorización excepcional cuando las personas extranjeras ya son nuestras vecinas”.
Tres de cada diez (31%) personas en situación administrativa irregular atendida por Cáritas reconocen además haber sufrido un trato discriminatorio por razón de su nacionalidad u origen étnico frente al 22% de las personas extracomunitarias y el 5% de las españolas.
El acceso a la vivienda, el corolario de la exclusión
El acceso a la vivienda suele ser el corolario del conjunto de situaciones de exclusión que viven estas personas. Siete de cada 10 tienen que asumir gastos excesivos de la vivienda que les dificulta mucho poder cubrir otros gastos esenciales.
La falta de ingresos estables y suficientes les obliga muchas veces a vivir en casas con importantes carencias de habitabilidad (el 17% con situaciones de insalubridad) o en hacinamiento grave (el 35%). Otras personas, el 24%, viven en hogares con tenencia de la vivienda en precario (el 11% de personas con origen extracomunitario o el 5% con nacionalidad española).
A pesar de la modificación operada en la normativa de acceso a la atención sanitaria con el Real Decreto 7/2018 que derogaba el Real Decreto 16/2012, las personas en situación administrativa irregular, según los territorios, también tienen muchas dificultades para ver reconocido su derecho a la atención sanitaria que, tras la reforma ha quedado al arbitrio de la normativa autonómica.
De hecho, el 17% viven en hogares con graves de problemas nutrición: con alguien que ha pasado hambre en los 10 últimos años con frecuencia o la están pasado ahora, mientras que más de la mitad (57%) viven en hogares con problemas económicos que les obliga a renunciar a la compra de ciertos medicamentos, dietas o tratamientos médicos.
“Para garantizar los derechos humanos de las personas migradas es fundamental poder avanzar hacia una puesta en práctica real de las vías legales de entrada que en la actualidad han tenido un desarrollo normativo escaso, pero además debemos avanzar en una solución jurídica que garantice todos sus derechos y que no deje en el limbo de la irregularidad a personas que llevan años aportando a nuestra sociedad ”, señala María Segurado. Esta sugerencia forma parte de las ocho propuestas políticas que Cáritas Española presentó a todo el arco parlamentario el pasado mes de junio con motivo de las elecciones generales.
– José Luis Segovia, vicario episcopal –
AUDIO SOBRE EL DOCUMENTO «El actual momento migratorio – Puntos críticos y retos»
[Tomado del programa «Mediodía COPE» – 23.8.24]
José Luis Segovia Bernabé, Vicario episcopal de lo social en nuestra archidiócesis, presenta en el audio de aquí arriba el documento «El actual momento migratorio – Puntos críticos y retos», elaborado por la Vicaría para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación.
José Luis Segovia: «Los derechos son universales, estamos destinados a navegar juntos»
En dos años, el número de extranjeros que viven en España ha crecido en más de 830.000 hasta superar los 6.227.000. Y eso sin contar el número de españoles que han nacido en otros países y que han conseguido la nacionalidad con el paso de los años. El INE (Instituto Nacional de Estadística) indica que Colombia es el país del que más migrantes hemos recibido en el primer trimestre de este año (más de 44.000), seguido de Marruecos, Venezuela y Perú (que rondan los 20.000).
La archidiócesis de Madrid ha publicado un documento en el que reflexiona sobre la problemática que surge entorno a este movimiento migratorio y las posibles soluciones que puede darle tanto la Iglesia como la sociedad. El vicario episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia ha estado hoy en ‘Mediodía COPE’ para hablar sobre la integración de los inmigrantes, donde ha asegurado que las personas «que llegan con unos periplos migratorios tremendamente dolorosos, queremos que se encuentren con esos espacios de solidaridad y tranquilidad».
«Las dificultades mayores son a nivel administrativo, donde exista un limbo político en el que les abandonan desencadena en abuso laboral, en trata y además esas personas no están cotizando ni pagando impuestos indirectos», ha dicho el vicario episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia, en ‘Mediodía COPE’. «Es imperdonable las esperas tan inmensas que hay sin citas para conseguir el permiso de trabajo».
«Los derechos son universales, estamos destinados a navegar juntos en un barco de manera inevitable», ha dicho el vicario episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia, en ‘Mediodía COPE’. «Una plenitud en derechos y deberes facilitará la integración. La nota que más caracteriza a nuestras comunidades cristianas es el acogimiento».
Carta pastoral del cardenal arzobispo de Madrid, D. Antonio Mª Rouco Varela
ACOGIDA GENEROSA E INTEGRACIÓN DIGNA DEL INMIGRANTE Y SU FAMILIA
7 de marzo de 2001
La controversia suscitada al entrar en vigor la Ley 8/2000, que reformó la anterior, hacía poco tiempo promulgada, sobre los Derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, junto con las reacciones sociales que siguieron a los luctuosos acontecimientos de Lorca, han creado entre los grupos de inmigrantes sin permiso de residencia un clima de creciente inquietud. Se ha puesto de manifiesto en los encierros que han tenido lugar en algunos templos y en marchas y manifestaciones diversas. En bastantes de las parroquias de nuestra archidiócesis crece la preocupación -don de Dios- por estos hermanos, obligados a vivir en la pobreza y en la marginación.
Todos, pues, necesitamos paz y esperanza. El Evangelio nos hace ver con claridad la apremiante exigencia del amor al prójimo, que no se puede corromper convirtiéndolo en sentimentalismo banal o en hipocresía o en indiferencia. La precaria situación de un número no pequeño de inmigrantes y refugiados, angustiados por su futuro, ha venido a ser en Madrid uno de los retos más urgentes para la conciencia de la Iglesia diocesana y de cada uno de sus miembros, y pone a prueba cada día la autenticidad del amor a Cristo y a los hermanos [Sigue teniendo actualidad nuestro mensaje a la comunidad diocesana: Salir al encuentro para vivir juntos. Delegación diocesana de Migraciones, 28 de enero de 2000. En la presentación del estudio Extranjeros en la Comunidad de Madrid 1999]. En estas circunstancias no podemos por menos de preguntarnos críticamente acerca del sentido del hombre, de la sociedad, de la cultura y de la comunidad política, que en los últimos años se ha venido gestando en nuestra sociedad.
1. Una significativa presencia en la sociedad y en la Iglesia
El número de inmigrantes crece en nuestra archidiócesis y en la Comunidad Autónoma de Madrid, y su situación se hace más compleja. Los datos de que se dispone en nuestra Delegación diocesana de Migraciones nos revelan su acelerado crecimiento: la población extranjera que vive y trabaja en la Comunidad Autónoma ha pasado de 151.064, el 1 de mayo de 1999, a 289.450 el 1 de noviembre de 2000; de ellos, vivían en la ciudad de Madrid 87.839, a 1 de mayo de 1999, mientras que ahora viven 184.182; los menores de 16 años alcanzan la cifra de 44.644. Una buena parte de ellos han llegado con posterioridad al 1 de junio de 1999, fecha fijada como tope para poder acceder al reciente proceso de regularización.
2. Muchos inmigrantes pierden o no alcanzan la condición de regularidad
Los movimientos migratorios hacia nuestro país y nuestra Comunidad Autónoma se producen en el contexto internacional de la globalización. En el marco de un liberalismo sin controles adecuados —subraya el Papa Juan Pablo II—, se ahonda en el mundo la brecha, entre países «emergentes» y países «perdedores». Los primeros disponen de capitales y tecnologías que les permiten gozar a su antojo de los recursos del planeta, pero no siempre actúan con espíritu de solidaridad y participación. Los segundos, en cambio, no tienen fácil acceso a los recursos necesarios para un desarrollo humano adecuado; más aún, a veces incluso les faltan los medios de subsistencia [Juan Pablo II, Jornada Mundial del Emigrante 2000.]. La concentración de la riqueza y medios de producción, en determinadas áreas, crea expectativas de mejor empleo y mayores ingresos, oportunidades de educación y promoción, posibilidades de gozar de más y mejores servicios [Antonio María Rouco Varela, Salir al encuentro para vivir juntos, 2].
No podemos olvidar, sin embargo, sobre qué bases, al menos en parte, se fundamenta nuestro bienestar, que tanto atrae a los inmigrantes. Es indudable que disponemos de muchos bienes que han mejorado nuestras condiciones materiales de vida. La publicidad nos ha convencido de sus ventajas, nos los ha hecho desear e incluso ha creado en nosotros la necesidad de poseerlos. Fascinados por su aspecto atrayente, trabajamos, ahorramos y gastamos para adquirirlos. Cuanto más compramos, más bienes nuevos se producen y más nos instan a seguir comprando. Simultáneamente, se ha desarrollado en la sociedad una sobrevaloración del bienestar material, y de los medios más eficaces para conseguirlo en el máximo grado y con la mayor rapidez. Otras dimensiones de la persona, no relacionadas con el interés individual por los bienes materiales, son desestimadas por muchos. La vida sólo se valora si es placentera; importa más el aprendizaje técnico y la instrucción que la educación y la formación espiritual de la persona; no pocos matrimonios limitan el número de hijos por la incomodidad que acarrea criarlos, no viéndose, por otro lado, apoyados por el ordenamiento legal y la actuación de las Administraciones Públicas a la hora de fundar una familia. En las sociedades más ricas es muy bajo el número de nacimientos.
Los inmigrantes vienen buscando el bienestar que nosotros disfrutamos, y nosotros —seamos claros— necesitamos su trabajo para mantener un nivel de confort que, de otro modo, se derrumbaría. A menudo se percibe con claridad la contradicción de necesitar a los inmigrantes para perpetuar la comodidad que hemos alcanzado y, al mismo tiempo, rechazarlos porque ponen en cuestión nuestros hábitos y nos molestan.
En España se vienen sucediendo declaraciones de dirigentes políticos y representantes de importantes sectores de la economía sobre la necesidad de disponer de una mano de obra que, a pesar de las altas tasas de desempleo, permita atender de forma rápida y eficaz las ofertas de empleo que no son atendidas por trabajadores españoles, o extranjeros ya residentes.
En los últimos años, sin embargo, la comunidad internacional y todos y cada uno de los Estados, al abordar la problemática, ciertamente compleja, de los movimientos migratorios, tienden a endurecer las leyes de inmigración y asilo y reforzar el control de las fronteras. El contraste de este enfoque de las leyes con la atención al desarrollo económico, social y cultural que las ha caracterizado en otros momentos históricos, resulta patente [Cf. Juan Pablo II, Mensaje Jornada de las Migraciones, 1995].
Así se hace más difícil para muchos inmigrantes normalizar su situación; en algunos casos, llegan incluso a perder la situación legal que habían conseguido. Sin la documentación necesaria, se encuentran en una de las situaciones más duras de todas las que puede generar la emigración: administrativamente apenas existen; no tienen derecho al trabajo ni a otros derechos sociales y civiles, aunque a veces —es el caso de España— se les reconozcan algunos derechos primarios, como la atención sanitaria, la educación básica obligatoria para los menores o la asistencia letrada en los procesos de expulsión o de prohibición de entrada. Se diría que se considera al inmigrante prevalentemente desde una perspectiva meramente económica.
Por ello, deberíamos fijarnos de forma especial en la condición de los trabajadores inmigrantes y sus familiares que, en un número muy considerable, se encuentran en España en situación de irregularidad legal. Su radical precariedad condiciona su vida personal y familiar, y les convierte en candidatos para la explotación fácil. No han perdido a este respecto ni un ápice de actualidad las orientaciones del Papa, quien ya en 1995 llamaba la atención sobre este aspecto: Hoy el fenómeno de los inmigrantes irregulares ha asumido proporciones importantes… La prudencia necesaria, que se requiere para afrontar una materia tan delicada como ésta, no puede caer en la condena o el desentendimiento, entre otras cosas porque quienes sufren las consecuencias son miles de personas, víctimas de situaciones que, en lugar de resolverse, parecen destinadas a agravarse. La condición de irregularidad legal no permite menoscabar la dignidad del emigrante, el cual tiene derechos inalienables, que no pueden violarse ni ignorarse [Ibid.].
3. Regularización de situaciones de clandestinidad
Es preocupante la situación de irregularidad en la que se encuentran, desde hace varios meses, un número importante de inmigrantes en la Comunidad Autónoma de Madrid. Se trata de personas que llegaron después del 1 de junio de 1999, fecha tope legalmente prevista para su regulación. En su mayoría, han sido víctimas de la criminalidad organizada.
No parecen cuestionables la responsabilidad y el derecho de los Estados para legislar sobre la regulación de los flujos migratorios. La situación, efectivamente, es compleja y los equilibrios en la convivencia social son frágiles [Antonio María Rouco Varela, íbid., 4]. No cabe duda de que, en este ámbito, corresponde a la autoridad del Estado equilibrar bienes y conjugar factores imprescindibles, si se quiere que el problema de la inmigración pueda encontrar una solución justa, solidaria y respetuosa de la dignidad humana en los países de la Unión europea, y en concreto en España. Es razonable esperar que, con la regulación de los flujos migratorios en origen, prevista en la nueva ley, se consiga evitar que los trabajadores inmigrantes se vean reducidos al papel de simples instrumentos de producción. Y del mismo modo cabría esperar que una acertada aplicación de la misma les permita gozar de un estatuto de residencia permanente y salir de toda precariedad legal y socio-laboral, a la vez que facilite a las autoridades competentes la persecución eficaz del tráfico de personas, principal causa de la inmigración clandestina.
Pero, al mismo tiempo, hay que afirmar, en coherencia con las convicciones y principios expuestos en esta carta, que parece necesario regularizar la situación del mayor número posible de los trabajadores inmigrantes de cualquier nacionalidad, que, sin permiso de trabajo y/o residencia, se encontraban en España con anterioridad a la aprobación de la nueva ley. De lo contrario, se agravaría aún más la situación, bastante dramática ya actualmente, de miles de personas que no pueden acceder al mercado laboral, convirtiéndose casi inevitablemente en fáciles víctimas de la criminalidad organizada o de empresarios sin escrúpulos.
Es claro que quienes han arriesgado todo para venir y ahora carecen de medios, harán cuanto esté en su mano para no marcharse. En cualquier caso, siempre será moralmente reprobable tratar la condición de irregularidad legal de los inmigrantes como ocasión o pretexto para menoscabar su dignidad y sus derechos inalienables como persona, que no pueden ni desconocerse ni violarse.
4. La sociedad es también responsable
No basta un buen ordenamiento legal. Es responsabilidad de todos crear las condiciones aptas para la integración de los trabajadores inmigrantes, de modo que lleguen a ser miembros activos en la vida económica, social, cívica, cultural y espiritual en la sociedad y en la Iglesia [Ibid., 5].
Para ello, es imprescindible que, en la vida diaria, se haga efectivo el reconocimiento del inmigrante. La solidaridad no puede reducirse a una asistencia paternalista [Ibid.]; si es auténtica, se orienta a que el inmigrante pueda ejercitar sus derechos y hacer frente al cumplimiento de sus deberes.
La normativa legal habrá de marcar los límites imprescindibles para la realización de la justicia. Ala sociedad hay que reclamarle, al menos, su cumplimiento. Cada vez que no se respetan los derechos socio- laborales de los trabajadores inmigrantes, pagándoles un salario digno, respetándoles un horario normalizado y dándoles de alta en la Seguridad Social desde el primer día, se está faltando no sólo a elementales exigencias del derecho, sino también de la moral. Cada vez que no se asumen responsablemente las obligaciones de la oferta laboral que se ha firmado, incumpliendo la palabra dada, se está imposibilitando que puedan obtener y renovar sus permisos. Así se les devuelve a la clandestinidad. Con demasiada frecuencia, según una información fidedigna, se falta a la justicia con los trabajadores inmigrantes en materia de su Seguridad Social, no dándoles de alta como corresponde. De la misma manera, los propios trabajadores inmigrantes que incumplen sus deberes fiscales y de Seguridad Social y sus obligaciones contractuales, faltan gravemente a la justicia y a la solidaridad, sobre las que se asientan todas las prestaciones sociales de nuestro ordenamiento, y se están autocondenado a la clandestinidad.
La talla ética y moral de una sociedad que quiere ser justa y solidaria la da la forma en que se protegen, de hecho y de derecho, todas las libertades fundamentales, se lucha para que desaparezcan las discriminaciones y desigualdades injustas [Ibid., 6], y se reconoce el derecho-deber al trabajo de los obreros inmigrantes en paridad de condiciones con los trabajadores españoles.
Semejantes conductas contradicen gravemente las exigencias más fundamentales de la conciencia cristiana y la autenticidad de su testimonio de amor a Cristo y a los hermanos.
5. Prioridad al hombre
Abordar el fenómeno de la inmigración con responsabilidad y en toda su integridad, como ha sido afirmado en diferentes ocasiones, exige tener en cuenta variadas perspectivas: políticas, socio-económicas y culturales; pero también, y en primer lugar, las éticas y morales, que tienen como punto normativo y supremo de referencia a la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y el bien, la dignidad y el respeto que se le debe a ella y a su primer y fundamental entorno social, que es la familia.
Para la Iglesia y para los cristianos no hay otra forma de plantear y ayudar a resolver el problema de los inmigrantes. Es exigencia del Evangelio que predicamos, en el que creemos y que tratamos de vivir en medio del mundo al que hemos sido enviados, el Evangelio del amor de nuestro Señor Jesucristo [Ibid., 3-4. Cf. Antonio María Rouco Varela, La prioridad del hombre (Boletín de las Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid, octubre 1999, 786)].
Pastores y fieles han de promover incansablemente en la Iglesia y en la sociedad, de palabra y de obra, la vigencia del postulado ético y jurídico de una integración digna del emigrante y de su familia, y la acogida generosa a todos aquellos que se han visto obligados a abandonar su patria para salvaguardar su vida, su libertad y sus derechos fundamentales [Antonio María Rouco Varela, Salir al encuentro para vivir juntos, 5]. Los católicos madrileños hemos de empeñarnos sin vacilar en la formación de un clima social y de una opinión ciudadana abierta y receptiva para los emigrantes… Será una de nuestras contribuciones a la vida pública de mayor influencia en orden a un futuro de fraternidad y de paz para la sociedad española [Íbid., 6].
6. Nuestras comunidades y la acogida de los inmigrantes
Nuestras comunidades cristianas deben sentirse urgidas a salir al encuentro de los inmigrantes. No sólo han de acoger en la comunión fraterna de los bautizados a quienes comparten nuestra fe, sino también brindar hospitalidad a todo extranjero, sea cual sea su raza, cultura y religión. Con independencia de la situación administrativo-legal, han de rechazar la exclusión o discriminación de cualquier persona, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables. Desde la Pascua de Cristo no existen ya el vecino y el lejano, el judío y el pagano, el aceptado y el excluido. La parroquia ve en los inmigrantes a hermanos llamados a compartir los bienes provenientes de su Señor… De la misión propia, de toda comunidad parroquia[ y del significado que reviste en el seno de la sociedad brota su importancia y su insustituible función en la acogida del extranjero, en la integración de los bautizados de culturas diferentes y en el diálogo con los creyentes de otras religiones. Para la comunidad parroquial no se trata de una acción facultativa de suplencia, sino de un deber propio de su misión institucional [Íbid., 8. Cf. Juan Pablo II, Mensaje Jornada de las Migraciones. 1999].
Convendría, pues, orientar la tarea concreta de las parroquias, de acuerdo con la Delegación diocesana de Migraciones, según las líneas siguientes:
—acoger a todos los inmigrantes sea cual sea su situación administrativo-legal, ayudando en primer lugar, y en lo posible, a los que sufren necesidades materiales y abriendo procesos de integración en la sociedad y en nuestras propias comunidades;
—trabajar en la formación de una nueva opinión pública, propiciando el reconocimiento pleno y efectivo de los derechos de los inmigrantes;
—crear espacios de encuentro entre miembros de las comunidades y los inmigrantes que van llegando, en orden a favorecer el mutuo enriquecimiento;
—ofrecer una atención especial a la familia inmigrante que, tras años de separación, comienza una nueva etapa de su convivencia en situaciones culturales diferentes, a los jóvenes de la segunda generación, y a la mujer inmigrante, llamada a jugar un importante papel en el proceso de integración.
7. A los trabajadores/as inmigrantes
No quiero terminar estas reflexiones sin dirigirme también a los inmigrantes. Sabemos las dificultades a las que os enfrentáis, la inseguridad e inquietud que experimentáis cuando os falta la reglamentaria documentación para vivir y trabajar en España, el sufrimiento de no poder ganar el sustento con vuestro trabajo y no poder ejercer el derecho a vivir en familia. Reconocemos que, sin embargo, estáis colaborando con vuestro trabajo al progreso de España.
No podéis resignaros al papel de simple pieza en el sistema económico que con frecuencia se os asigna. Queremos seguir a vuestro servicio. Acudid con confianza a nuestra Delegación diocesana de Migraciones, que os orientará y os brindará desinteresadamente su apoyo, y acudid también a las comunidades parroquiales del barrio donde vivís, en la seguridad de que seréis escuchados y recibidos con la mejor voluntad de ayuda y acogida.No perdáis vuestras raíces, pero sed lúcidos y realistas: el tiempo que habéis proyectado trabajar en España puede prolongarse más de lo que imagináis, y sería una grave pérdida prescindir de vuestros valores y desaprovechar la ocasión para un diálogo integrador de los mismos, con el pretexto de que será sólo por poco tiempo.
Enriquecednos con vuestro patrimonio espiritual y cultural y, juntos, por encima de las diferencias de nuestros orígenes y nuestra condición, respondamos a la llamada del Señor: llegar a ser, en Él, un solo pueblo, una sola familia, la familia de los hijos e hijas de Dios.