Día de la Mujer 2025 – Empleadas de Hogar internas.

DÍA DE LA MUJER: LAS EMPLEADAS DEL HOGAR INTERNAS
8 de marzo de 2025

Ana María Ortiz para El Mundo de 6.3.25.


SON UNAS 40.000 MUJERES Y LA MAYORÍA EXTRANJERAS: «HAY QUE ABOLIR EL RÉGIMEN DE EMPLEADA DEL HOGAR INTERNA»
En la previa al 8-M, escuchamos a uno de los colectivos más vulnerables, las trabajadoras domésticas: «Se creen que somos todólogas. Te limpio, te cocino, te paseo al perro y le cambio el pañal al abuelo
«

Fue un domingo del año 2005. No se sabe exactamente la fecha, pero sí que era domingo puesto que es el único día en el que libraban las empleadas del hogar internas. Un grupo de ellas solían pasar su única jornada de descanso en el parque de Peñuelas, ubicado en el distrito de Arganzuela, en Madrid. Estaban Beatriz, Gladys, Marlene… Siete mujeres en total, todas migrantes, la mayoría colombianas.

«Allí, en el parque, además de intercambiar tips de qué pasa si un vino se derrama en la camisa, cómo se plancha esta ropa o cómo se hacen las lentejas, comenzaron a hablar de su situación: ‘Pues a mí me pagan más que a ti, pues mi empleador me dice que tengo que hacer esto…’. Se dieron cuenta de que si no conocían las leyes iban a estar oprimidas y empezaron a informarse de sus derechos… Como que despertaron».
LAS EMPLEADAS DEL HOGAR INTERNAS. SON UNAS 40.000 MUJERES Y LA MAYORÍA EXTRANJERAS.
En aquel parque las siete internas decidieron crear Servicio Doméstico Activo (Sedoac), formada por mujeres migrantes trabajadoras del hogar. Y años después la asociación alumbraría el centro en el que nos encontramos, situado en el madrileño barrio de Usera. Según una estadística del Ayuntamiento de 2018, el 17% de las mujeres de este distrito que entonces tenía un empleo formal (4.561) eran empleadas del hogar.

Preside la fachada del local un enorme letrero de no menos de 30 metros de largo: «Centro de Empoderamiento de Trabajadoras del Hogar y Cuidados» (Cethyc). Bajo él hay varios murales, en los que se ve a una mujer con el cepillo y el cubo de la fregona, a otra atendiendo a un anciano, a un grupo sujetando una pancarta: «Reivindicamos la igualdad plena de derechos, condiciones de trabajo justas y dignas».

Hasta aquí hemos acudido en la previa del 8-M para palpar la situación de uno de los colectivos más vulnerables del sector laboral: es el que mayor porcentaje de empleadas mujeres tiene, con un enorme peso de las migrantes y de quienes trabajan irregularmente, sin contrato ni cotización a la Seguridad Social.

Nos atiende Edith Espínola, paraguaya de 46 años, la mujer que ha contado antes como nació Sedoac en un parque. Edith trabaja ahora como directora del centro, pero durante ocho años fue empleada doméstica, cuatro de ellos interna, por el salario mínimo y sin contrato.

«Me levantaba a las seis de la mañana y me acostaba a las once de la noche porque tenía que recoger la cena y dejar la mesa puesta para el desayuno. Los viernes estaba hasta las dos de la madrugada porque los empleadores salían y me dejaban con los niños. Si se iban de fin de semana, yo me quedaba a hacer limpieza extra. Y esto se dio en todos mis trabajos a excepción del último, que fue de externa con la persona que me hizo los papeles», cuenta en la cocina del Cethyc mientras le da sorbos a una infusión de mate.

Aquí imparten talleres de cocina española para que las migrantes aprendan a elaborar los platos locales; se les muestra cómo funciona el lavavajillas, la vitrocerámica o el sistema de reciclaje; les explican que no se puede mezclar el amoniaco y la lejía, les enseñan cómo cuidar a un adulto mayor o les dan asesoría legal.

En una pared de la cocina hay pegados un montón de post-it con mensajes de las usuarias: «Para mí, mi entusiasmo, mi mayor motivación, es aprender a cocinar la comida española y desempeñar nuestro trabajo con mucha experiencia», «sueño estar en mi país con mi ama», «conseguir un justo empleo y que mis hijos hayan terminado sus objetivos».

Desde que en mayo de 2019 se fundó el centro, por aquí han pasado entre 1.850 y 2.200 personas cada año, de las que unas 600-700 (el 42% internas) han recibido atención individualizada. Sus datos y circunstancias se han plasmado en un informe que bien sirve como radiografía del sector.

Fijémonos en el último año que recoge, 2022. El 95% de las personas atendidas en el Cethyc ese año fueron mujeres, mayoritariamente peruanas (38%), seguidas de ecuatorianas, colombianas, paraguayas, salvadoreñas, bolivianas, hondureñas y brasileñas. El 58% eran mayores de 50 años (el 15% tenía más de 65) y sólo el 60% tenía DNI o NIE, lo que quiere decir que el 40% estaban en situación irregular, sin papeles. Sobre sus estudios: universitarios, el 16,7% (eran 21% el año anterior); FP, el 16,7%; y Secundaria, el 56,9%.

A propósito del alto número de universitarias, Edith Espínola recuerda el caso reciente de una médica cubana. «Era especialista en cuello uterino y estaba trabajando de interna. No le permitían comer en la casa y tenía que llevar su comida. Era eso o vivir en la calle. Hace un año y medio salió, regularizó su situación y está trabajando en una mutua».
LAS EMPLEADAS DEL HOGAR INTERNAS. SON UNAS 40.000 MUJERES Y LA MAYORÍA EXTRANJERAS.
Para obtener una visión general del sector, saber cuántas personas trabajan como empleadas del hogar, hay que recurrir a la Encuesta de Población Activa (EPA) y a las estadísticas de la Seguridad Social. Y ahí encontramos el descuadre. Mientras que en la EPA -datos del último trimestre de 2024- 567.900 personas declaraban que trabajaban como personal doméstico, en la Seguridad Social, en diciembre del mismo año, sólo estaban dadas de alta 352.760.

Del desfase, asociaciones y sindicatos concluyen lo lógico: las 217.140 personas de diferencia (el 38,23%, más de un tercio) están trabajando en la economía sumergida, sin cotizar.

No hay datos oficiales de cuántas internas hay. El citado informe del Cethyc recoge la cifra de 40.000 citando a la ONG Intermón Oxfam y apunta que la experiencia de las asociaciones indica que el dato podría ser mayor. Son las más vulnerables dentro de las vulnerables.

«El propio trabajo de interna te aísla porque no tienes compañeros. Vives allí, duermes allí y sales solo unas horas libres a la semana, como un preso. No es lo mismo trabajar en una empresa de 100 personas que ser tú solita la que tengas que ir a denunciar. Algunas nos dicen: «Es que me han dicho que si no me voy, van a contar que yo robé». Siempre el empleador suele tener poder sobre el trabajador, pero en el empleo doméstico esto es estructural y sistémico. Tú eres un objeto y deciden sobre tu vida y circunstancias. Y si estás indocumentada es aún peor: explotación hasta violenta en muchos casos2, dice Edith.

Ahonda en las adversidades a las que se enfrentan las internas explicando sus dificultades para obtener el empadronamiento. «Como a una amplia mayoría, hasta el 70%, no las dejan empadronarse en su lugar de trabajo, alquilan una habitación para poder acceder al médico o a renovar su documentación. Sin padrón no existen«.

Y pone sobre la mesa la práctica ilegal a las que algunas están recurriendo: «Compran el empadronamiento. Según varias asociaciones, hay gente que está cobrando entre 200 y 300 euros, y hasta 600, sólo por empadronar a una interna, sin tener derecho a vivir o usar el sitio». Es por todas estas circunstancias y otras muchas por las que Edith concluye: «Hay que abolir el régimen de interna».

El sábado no irán a ninguna de las dos manifestaciones en las que se dividen las mujeres el 8-M. «Las compañeras han decidido hacer una actividad de cuentacuentos en la que se recordará por qué se celebra este día», dice Edith, quien añade que ni la Comisión 8M ni el Movimiento Feminista de Madrid se posicionan -«o lo hacen de forma tibia»- sobre la situación de las internas: «Si luchas por la igualdad pero no exiges la eliminación del régimen de interna… Eso no es igualdad, pero esto es una reflexión sólo mía», dice Rafaela.

No son partidarias de la abolición sin embargo las mujeres de Territorio Doméstico, asociación hermana de Sedoac pese a esta discrepancia. Para charlar con su portavoz, Rafaela Pimentel, acudimos al barrio de Carabanchel, donde vive.

Tras 33 años como trabajadora doméstica externa -los 29 últimos con la misma familia y legalmente contratada- ha tenido que dejarlo por los problemas que las tareas le han provocado en un brazo y que la han llevado al quirófano. Ya puede peinarse, por ejemplo, pero no planchar tres horas. Le han denegado la incapacidad total y sólo le dan ocho meses de paro con 27 años cotizados. Ha puesto el caso en manos de un abogado. Tiene 64 años.

«No somos partidarias de la abolición del régimen de interna porque cuando surgió este debate hicimos unas jornadas con las compañeras internas y muchas decían: «Si este trabajo tuviera las condiciones que tiene que tener un trabajo, yo lo haría». Lo que hay que hacer es garantizar sus derechos», opina Rafaela, que mañana acudirá con Territorio Doméstico y gafas y peluca a la manifestación de la Comisión 8M. Empezaron a disfrazarse en 2008, cuando asistieron a la primera marcha, porque muchas temían que los jefes las reconocieran. Mantienen la tradición.

Territorio Doméstico tiene además un disco editado con canciones como Adelita: [Cántese con la melodía de Si Adelita se fuera con otro] «Si Adelita tuviera un contrato/ sus papeles podría arreglar/ Adelita 10 años currando/ pero sigue siendo ilegal».

Sí coinciden con Sedoac en otras muchas reivindicaciones. En 2011 ya consiguieron que la Seguridad Social creara el Sistema Especial para Empleados del Hogar, explican, tener bajas laborales como cualquier trabajador o un contrato por escrito. En 2022, lograron la prestación por desempleo y el fin del despido por desistimiento, es decir que el empleador pudiera poner fin a la relación laboral sin aviso ni justificación alguna. Edith recuerda el caso de una compañera ecuatoriana despedida sin aviso en Nochebuena que tuvo que irse a vivir al aeropuerto.

«Pedimos estar en el Régimen General de la Seguridad Social, como los demás trabajadores, y que haya políticas públicas de cuidados, para que no seamos las mujeres migrantes empobrecidas las que sostengamos el sistema de cuidados», dice Rafaela Pimentel, quien también reclama que haya inspecciones laborales o el reconocimiento de las enfermedades propias del empleo.

«Se debería categorizar el trabajo del hogar y que los cuidados estén aparte», dice Edith. «Lo que no se puede permitir es que la trabajadora del hogar lo haga todo, pase a ser una todóloga: te limpio, te cocino, te plancho, te paseo al perro, hago de profesora de los niños y además le cambio el pañal al abuelo por un precio de risa».

(en línea) José Luis Segovia: «JESÚS, ESPERANZA DE LOS POBRES, LOS MIGRANTES Y LOS REFUGIADOS»

IX Curso de Conferencias para Nuevos Evangelizadores
«Jesucristo: 2025 años de esperanza»
– JESÚS, ESPERANZA DE LOS POBRES, LOS MIGRANTES Y LOS REFUGIADOS –
[José Luis Sevovia, ‘Josito’]

Jueves 27.2.25 – 17:00-18:15
11ª Ponencia – Jesús, esperanza de los pobres, los migrantes y los refugiados. Con José Luis Segovia, Vicario Pastoral de nuestra archidiócesis.

+ Ver otras conferencias de tema sociosamaritano en este enlace +

Presencial o en línea: LA INMIGRACIÓN, UNA OPORTUNIDAD – Jorge de Dompablo


Discapacidad. Local accesible a personas con movilidad reducida.

Charla presencial o en línea
LA INMIGRACIÓN, UNA OPORTUNIDAD
Jorge de Dompablo

[publicado el 7.2.25; actualizado el 12.2.25]

El Instituto Superior de Pastoral (Univ. Pontif. de Salamanca, campus de Madrid), dentro de su ciclo de charlas de Lectura Creyente de la Actualidad, nos convoca:

  • El jueves 13 de febrero, a las 12:00, en su sede (Paseo de Juan XXIII, 3. 28040 Madrid),
  • de forma presencial o en línea (pedir enlace a la secretaría antes del miércoles 12: secretaria.pastoral@upsa.es o 91 171 01 32.
  • a la charla de Jorge de Dompablo (ver esta entrada) «LA INMIGRACIÓN, UNA OPORTUNIDAD».

Charla de Jorge de Dompablo: LA INMIGRACIÓN, UNA OPORTUNIDAD.

¿’Mulas’ de la droga o víctimas de trata? Principio de No Punición

UN BILLETE DE VUELTA PARA LAS ‘MULAS’: DE TRAFICANTES A VÍCTIMAS DE TRATA
Angelina fue, hace cinco años, la primera beneficiaria en España del principio de no punición. El Supremo tumbó esa absolución. De cómo se resuelva finalmente su caso depende el futuro de cientos de mujeres vulnerables forzadas a delinquir.

[Jesús García Bueno para El País, 19.1.25]
[© imagen Fernando Hernández]

DOCUMENTACIÓN COMPLEMENTARIA. Desde esta web, invitamos fervientemente a leer, como documentación complementaria a este artículo, el informe jurídico «VÍCTIMAS DE TRATA Y PRINCIPIO DE NO PUNICIÓN. UNA SENTENCIA QUE NO DEBE CONVERTIRSE EN DOCTRINA. Análisis y crítica de la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo núm. 960/2023, de 21 de diciembre» (puede descargarse desde este enlace). En ese informe han intervenido doce profesionales del Derecho, y de ofrece una mirada técnica, jurídica y profesional sobre la sentencia dicha, que, como se verá, forma parte central del artículo que ofrecemos abajo.

No penalización de las víctimas de trata.. Imagen Fernando Hernández.

Angelina, símbolo y esperanza

Angelina, peruana de 27 años, ignora lo importante que es. No sabe que se ha convertido en bandera, en símbolo, en esperanza; que la suerte de cientos de personas en España está ligada sin remedio a la suya. La resolución final de su caso va a determinar si las mujeres vulnerables que han cometido delitos obligadas por grupos criminales deben ser castigadas por ello o exculpadas. En 2020, Angelina se convirtió en la primera mujer a la que la justicia española aplicaba el principio de no punición. Un año antes, había abandonado el barracón con techos de zinc en el que vivía, en un arrabal de Lima, y había dejado a su bebé de cuatro meses en brazos de una amiga, para volar hasta Barcelona. Llevaba medio kilo de cocaína oculta en preservativos que previamente había ingerido. Fue detenida. Pero una sentencia pionera la declaró víctima de trata de seres humanos y la absolvió. Angelina regresó a su país y esquivó la cárcel, el destino que aguarda a las mulas que fracasan, las que se quedaron sin billete de vuelta.

Por no saber, Angelina no sabe ni que esa decisión fue revocada. Que ya no es, a ojos de la justicia española, una víctima. Pero nadie va a ir a perseguirla a Lima así que mejor que no sepa, que vivirá más tranquila, razona su abogada, Núria Monfort. El Tribunal Supremo anuló la sentencia tres años después argumentando, entre otras cosas, que la joven había accedido a transportar la sustancia a cambio de dinero y que perdonarla podría provocar un “efecto llamada” para los carteles de la droga. Las juristas expertas en delitos de trata creen que la resolución del alto tribunal es un error clamoroso sin cobertura legal. Y quieren evitar a toda costa que un segundo pronunciamiento, en el mismo sentido, siente jurisprudencia. “Esta sentencia no puede convertirse en doctrina”, claman. La abogada de Angelina, mientras tanto, ha recurrido la decisión ante el Tribunal Constitucional en un intento de que se reconozca que las mulas, en determinadas ocasiones, son más víctimas que delincuentes.

El principio de no punición, contemplado en el Convenio de Varsovia (2005) y en una directiva de la UE (2011), implica que los Estados no deben sancionar penalmente a las personas que, por su condición de víctimas de trata, se han visto forzadas a delinquir. Una veintena de los 46 países del Consejo en Europa han adoptado cláusulas en ese sentido, lo mismo que algunos estados de Estados Unidos. En España, el principio llegó por la vía de una reforma del Código Penal (2010), que prevé la exención de la pena para víctimas que, como consecuencia de situaciones de “violencia, intimidación, engaño o abuso” hayan cometido una infracción. La trata para explotación sexual o laboral puede ser reconocida y detectada sin demasiados problemas por la policía. Pero la trata con fines criminales (tráfico de drogas, extracción de órganos, mendicidad organizada) no lo es tanto, genera dudas, se mueve en una zona de grises. Tal vez por esa razón, España tardó una década en aplicarlo a un caso concreto: el de Angelina.

Carolina Villacampa, catedrática de derecho penal de la Universidad de Lleida, se propuso poner fin a la invisibilidad de ese fenómeno. En 2012, lideró un estudio pionero en dos cárceles catalanas. Entrevistó a 45 mujeres que esperaban juicio o cumplían condena por diversos delitos. Al menos diez reunían todos los requisitos para ser consideradas víctimas de trata. Y ocho de ellas eran mulas, que habían sido forzadas por traficantes a transportar droga desde países sudamericanos (México, Ecuador, Venezuela). Supuestas amigas y loverboys que les hacían regalos y promesas las captaron y adiestraron para cumplir la misión. Algunas trajeron la droga en maletas facturadas, en bolsos de mano o adherida entre la piel y la ropa. Pero otras fueron obligadas a ingerir cápsulas, cuantas más mejor, lo que puso en riesgo su salud y sus vidas. Bajo condición de anonimato, las mujeres contaron a Villacampa sus historias de vida, y cómo las invadió el miedo al aterrizar en el aeropuerto de El Prat. “Rogaba que no me detuvieran porque me habían dicho que, si no pasaba, mi familia estaría en peligro”. Detenidas y llevadas al juzgado, nadie se interesó por sus circunstancias personales, constató la investigadora.

El trabajo de campo, sin embargo, “abrió los ojos a la policía y a la judicatura, al menos en Cataluña”, cuenta Villacampa. Cuando Angelina llegó a juicio, tras diez meses en prisión provisional, los magistrados de la Sección Tercera de la Audiencia de Barcelona estaban sensibilizados. Las características del caso lo hacían idóneo. Pero aplicar la cláusula no iba a ser fácil. La abogada Monfort buceó en su biografía. Angelina tenía 21 años, acababa de ser madre de un niño prematuro y era la única que aportaba ingresos para mantenerlos a todos: a ella, al bebé, pero también a la madre, a dos hermanos y a otras dos personas que convivían bajo el mismo techo de zinc. Necesitaba dinero. Y publicó, con cierta desesperación, un anuncio para pedir trabajo. La contactaron. Le ofrecieron 4.000 euros por viajar a España como mula. Angelina aceptó. Ingirió 25 preservativos con 474 gramos de cocaína. Fue llevada hasta el aeropuerto de El Callao con 250 euros, el billete de vuelta y una reserva de hotel. La sentencia que la absolvió concluye que fue “captada” por una organización que “se aprovechó de su situación de extrema vulnerabilidad”.

El caso de Angelina, ahora en disputa, es una extraña anomalía. El destino de las mulas que no superan el control de pasajeros sigue siendo invariablemente el mismo: permanecer entre rejas.
No penalización de las víctimas de trata.
La travesía de Tomasina

Tomasina, paraguaya de 28 años, entra en la sala para visitas de Wad-Ras, en Barcelona una cárcel destartalada que, sin embargo, conserva la calidez de lo antiguo. Lleva un año y tres meses entre rejas. Desde que, como Angelina, fue detectada en el aeropuerto de El Prat y conducida ante un juez. “Llevaba 800 gramos de cocaína tragada. Venía bien de salud. Aún me pregunto por qué me apartaron de la fila… Creo que dieron el aviso desde Francia. Había hecho escala allí y me preguntaron por qué no comía nada. Como estaba súper tranquila, les desafié a que me hicieran una radiografía o me dejaran pasar que iba a perder el vuelo. Me dejaron seguir, pero al aterrizar en Barcelona, el 2 de mayo de 2023, había dos policías esperando a la salida del avión”.

Una vecina de Ciudad del Este, una localidad al suroeste del país, en la frontera con Brasil, sabía que la economía doméstica no iba demasiado bien. Y le propuso el viaje. “A mí me trajo la necesidad. Tengo dos hijos y estaba muy atrasada con el pago del alquiler”. La organización le prometió 7.000 euros (“en mi país eso es mucho dinero”) si era capaz de tragar un kilo de cocaína en bolas y le aconsejó que cada tarde comiera zanahorias crudas para “preparar la garganta”. El día indicado, pasaron a buscarla en coche y la condujeron a la terminal con el pasaporte y los billetes. “Me lo pintaron todo bien. Me dijeron que todas las chicas que llegaban, pasaban, y que después solo tenía que relajarme y pasar unos días en el hotel, ir a la playa…”. Le explicaron cómo debía abordar la entrevista que, finalmente, mantuvo con los policías a su llegada a Barcelona: “Les dije que venía ocho días de turista. Pero no me creyeron. Me hicieron la radiografía… Y ya me llevaron al hospital para expulsar la droga. Se interesaron por mi salud y por si conocía a la persona que iba a recoger la droga. Pero yo no sabía quién era… ¡Ni siquiera en qué hotel iba a quedarme!”, cuenta.

Ni en la terminal ni en la sala de vistas se interesaron por las circunstancias personales de Tomasina. Nadie le preguntó por qué arriesgó su vida y su libertad. Nadie quiso saber qué fuerza la empujó a salir de Paraguay y dejar a sus hijos. Siguió el proceso de cualquier mula: ingresó en prisión provisional (por falta de arraigo) y llegó a juicio, donde aceptó tres años y cuatro meses de cárcel. Fue detectada únicamente como traficante. Como víctima potencial, fue invisible. “La detección de una posible víctima de trata es esencial y es tarea de todos. De Policía y de Guardia Civil. Pero también de comandantes, azafatas, médicos, enfermeras… Una mujer que viene cargada con cocaína, que pone en riesgo su vida, tiene que haber pasado mucho para dar ese paso”, cuenta Félix Durán, jefe del grupo de trata de seres humanos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

Durán, que antes estuvo en homicidios, tiene una sensibilidad especial con las víctimas, que son más importantes incluso que acabar con las redes criminales. Por su experiencia sabe que muchas mujeres captadas para cometer delitos son “altamente vulnerables” y susceptibles de ser vistas como víctimas. Pero admite que no es la mirada que prevalece en la práctica. “El policía no debe pensar solo que va a coger medio kilo de cocaína. Ha de pensar también que puede detectar a una posible víctima”. El teniente coincide con todos los expertos consultados: no se trata de pensar que todas las mulas deben ser exculpadas porque sí, sino que se trata de mirar caso a caso y “no cerrarse a esa posibilidad”. En 2022, dos años después de la sentencia de Angelina, un grupo de expertos elaboró unas recomendaciones para que profesionales de la justicia detecten situaciones de trata para la criminalidad organizada. Si una pasajera sufre precariedad económica, muestra ansiedad, ha recibido amenazas, no ha intervenido para nada en la organización del viaje, no explica el destino concreto que va a visitar o lanza un discurso artificial, que parece inducido, es posible que sea, además de mula, víctima.

¿Debió Tomasina ser exculpada del proceso penal porque actuó bajo el abuso y sometimiento de un grupo mafioso? Ni siquiera ella se identifica como tal, algo frecuente: las mulas sienten que tomaron una decisión equivocada, pero voluntaria al fin y al cabo, y no perciben que se aprovecharon de ellas, de su cuerpo y de su pobreza, para lucrarse. “No guardo rencor a mi vecina, pero no volvería a hacer algo así ni que me ofrezcan el triple ni que pase más necesidad. Estoy presa, lejos de mi familia, me he perdido la mejor etapa de mis hijos…” Tomasina, que trabaja en la cocina de Wad Ras, está más cerca de cumplir su objetivo. Le queda poco para que la pena le sea sustituida por la expulsión del país: “Quiero estar con los míos, alejarme del ambiente que me trajo aquí… Quiero volver a Paraguay”.

Angelina también volvió a su casa en Perú, aunque declarada inocente, hace cinco años. No es, por cierto, su nombre real: es el nombre que usó el Centro de Documentación Judicial (Cendoj) al publicar la sentencia. También la llaman así las expertas que discuten apasionadamente sobre las repercusiones del caso desde que, en febrero de 2023, la justicia española reapareció en la vida de la mujer a más de 10.000 kilómetros de distancia para negarle la condición de víctima.
No penalización de las víctimas de trata.
Misión: frenar la sentencia

La Fiscalía recurrió la absolución de Angelina al entender que la exención de pena no se había aplicado correctamente, pues el tráfico de drogas es un delito grave y perdonar a gente como ella supone dar “patente de corso” a los traficantes, que podrían emplear a gente muy pobre o a “indigentes” para hacer el trabajo sucio sin miedo a sufrir consecuencias penales. El Tribunal Supremo emplea ese y otros argumentos; por ejemplo, que no ha habido un proceso penal contra los supuestos tratantes de Angelina para poder concluir que es víctima, o que el sometimiento no fue prolongado en el tiempo.

Un grupo de mujeres se ha propuesto frenar una sentencia que “trasciende el caso de Angelina y afecta a todas las potenciales víctimas de trata”, explica en una conferencia Margarita Martínez, catedrática de Derecho Penal de la Complutense y coautora del informe jurídico Víctimas de trata y principio de no punición. Una sentencia que no debe convertirse en doctrina. El informe contesta punto por punto la resolución, de la que fue ponente el magistrado Julián Sánchez Melgar, y concluye que vulnera derechos fundamentales pero también el espíritu y el contenido literal de las directivas europeas y del Código Penal.

“Ninguna norma exige que la condición de víctima de trata derive de un procedimiento penal contra los responsables de ese delito. Esa exigencia no tiene cobertura legal y conduce, de facto, a que sea imposible aplicar el principio de no punición. Además, las dificultades de investigar esos casos son brutales; muchos no llegan ni a juzgarse”, lamenta, en el mismo foro, María Luisa Cuerda, catedrática de derecho penal de la Universitat Jaume I. Los datos de la memoria de la Fiscalía General del Estado parecen darle la razón: en 2023 los fiscales identificaron a 543 víctimas de trata, pero solo presentaron 32 escritos de acusación (contra sus tratantes) y apenas lograron 18 condenas. Solamente diez casos son de explotación para realizar actividades delictivas (el 2% del total).

Margarita Valle Mariscal, profesora de derecho penal de la Complutense, critica que el tribunal se haya sacado de la manga un argumento que “no está” en el artículo 177 del Código Penal, el que regula la exención de la pena: que el sometimiento sea “más o menos prolongado en el tiempo”. “Con que haya situación de abuso y engaño es suficiente. La captación, el transporte… Eso ya constituye la acción de la trata”. El informe de las juristas señala que, de aceptarse ese supuesto, algunos delitos (la extracción de órganos, el matrimonio forzado) quedarían siempre fuera de cobertura, porque se trata de acciones puntuales.

Sobre el “efecto llamada”, que el Supremo esgrime como “argumento práctico”, el profesor de derecho penal de la Universidad Rey Juan Carlos José Miguel Sánchez opina que es “más propio de una conversación de bar”. Critica Sánchez que los magistrados intenten “hacer prevalecer su criterio político-criminal frente al del legislador, que ya ha dado prevalencia al derecho de las víctimas a no ser sancionadas”. E ironiza con lo que suponen las mulas, que son el eslabón más débil, en la cadena internacional del narcotráfico. “Hay que fletar muchos aviones para traer las cantidades que entran, en barco, a través de los puertos. A las mulas se les paga casi un 10%, más los gastos del viaje. Es ineficiente”. Se suma Cuerda con más energía: “¿Cómo puede el tribunal pensar que muchas personas están dispuestas a hacer lo que Angelina hizo, dejar a su bebé para meterse en el cuerpo bolas de cocaína que podrían haber acabado con su vida?”.
No penalización de las víctimas de trata.
Invisibles para el sistema penal

“El Estado no puede pretender luchar contra el tráfico de drogas a fuerza de condenar a mulas”, coincide Villacampa, partidaria no obstante de que, si no hay elementos de abuso, el proceso judicial siga adelante contra esas personas por tráfico de drogas. La autora del estudio en prisiones alerta de que, además, el sistema penal somete a las mujeres a cierta presión para que testifiquen contra las organizaciones cuando “muchas veces no tienen información operativa” y hacerlo “puede poner en riesgo la seguridad de sus familias en los países de origen”.

El teniente Durán reconoce que el temor de las mulas —a ser descubiertas, pero sobre todo a los tratantes— es alto. Pero cree que la cooperación de una víctima puede ser muy útil: ella es quien puede habla de su situación de vulnerabilidad y quien puede dar información “sobre la fase inicial, la de captación”. El jefe de trata de la Guardia Civil pide a los suyos que abran la mirada en una doble dirección: hacia las organizaciones criminales (“no hay que quedarse solo con la maleta de droga; hay que saber quién compró el billete, quién la recoge en el aeropuerto”), pero también hacia la vida de esa mujer que aterriza con sudores y aterrada.

Pero esa sensibilidad aún está por desarrollarse. En un estudio posterior al de las cárceles, Villacampa y su compañera Núria Torres entrevistaron a 37 profesionales de la justicia: policías, fiscales, abogados. La mayoría duda de que las mulas puedan ser consideradas víctimas porque, al fin y el cabo, transportan droga a cambio de dinero. A lo sumo, son tratadas como fuente de prueba. España no es una excepción. Allí donde se ha aprobado, el principio de no castigar a esas personas se aplica “tímidamente” y siempre de forma restrictiva (Estados Unidos, Reino Unido, Holanda, Bélgica)-

Las expertas exigen una nueva reforma legal para que la no punición se aplique correctamente y piden que la Fiscalía sea más proclive a la identificación de posibles víctimas. Su esperanza, mientras, está depositada en que se imponga el criterio del voto particular que, en el caso de Angelina, emitió el magistrado Javier Hernández. Discrepó de sus colegas del Supremo porque “invisibilizaron” la vulnerabilidad de una mujer que “delinque por ser víctima de un delito, lo que es significativamente distinto a delinquir por necesidad”. La organización la sometió a un trato degradante, la cosificó, puso en riesgo su vida, apunta, unos hechos que solo pueden verse “desde la perspectiva dramática de quien los ha sufrido”.

Aunque el Supremo devolvió la sentencia a la Audiencia de Barcelona para que redacte una nueva (en el sentido que quiera, pero sin aplicar esa eximente), el proceso está paralizado. La abogada Monfort ha recurrido en amparo ante el Tribunal Constitucional. Y está dispuesta a llegar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo para que se pronuncie sobre el asunto. Mientras, Angelina ha tratado de rehacer su vida en Perú. No fue sencillo porque, al llegar, las instituciones del país le pusieron trabas para recuperar a su hijo. Monfort sigue en contacto con ella, convencida de que, más allá de dar la batalla jurídica, que las mulas son “más víctimas que traficantes es algo que la opinión pública puede llegar a entender y compartir”.

Otras 5 entidades recurrirán el REGLAMENTO DE EXTRANJERÍA

CINCO ENTIDADES RECURRIRÁN ANTE EL SUPREMO LA REGULACIÓN DEL ASILO EN EL REGLAMENTO DE EXTRANJERÍA
Consideran que hay suficientes fundamentos de derecho para impugnar la incompatibilidad entre el procedimiento de protección internacional y los arraigos

[Puedes descargar el comunicado en este enlace]

Martes, a 21 de enero de 2025. Andalucía Acoge, Cáritas, CEAR, Red Acoge y Servicio Jesuita a Migrantes han decidido recurrir de forma parcial el nuevo Reglamento de Extranjería, con la interposición, el día 20 de enero, del recurso contencioso administrativo ante el Tribunal Supremo, como primer paso del procedimiento judicial.
Migraciones: cinco entidades.
La alianza formada por cinco organizaciones especializadas en el acompañamiento social y jurídico de personas migrantes y refugiadas, tras un primer análisis del documento, valora que la normativa establece una serie de mejoras importantes y fundamentales. Sin embargo, hay aspectos relevantes demandados por estas entidades a lo largo de todo el proceso que suponen un impacto negativo en los derechos de las personas solicitantes de protección internacional y que se han dejado atrás.

Entre ellas, consideran que hay suficientes fundamentos de derecho para impugnar la incompatibilidad entre el procedimiento de protección internacional y los arraigos. El actual Reglamento señala como concepto jurídico que el tiempo como solicitante de protección internacional no compute como tiempo de permanencia previa para solicitar una residencia por arraigo. Esto significa que si una persona migrante recibe una denegación a su solicitud de asilo deberá reiniciar su tiempo de permanencia previa –en situación irregular, en este caso– para optar a un arraigo. El recurso se centra en esta incompatibilidad, que dejaría en situación administrativa irregular a cerca de la mitad de las personas solicitantes de asilo, y se convierte en un elemento que desincentiva el ejercicio del derecho al asilo.

Por este motivo, las cinco entidades, que llevan realizando un seguimiento detallado del proceso desde que se puso en marcha y elaboraron un catálogo de propuestas concretas de mejora [véase esta entrada], han decidido dar un paso adelante con este recurso ante el Tribunal Supremo, poniendo en primera línea la importancia de que la legislación española avance de forma definitiva en garantizar los derechos de las personas en el camino hacia su inclusión como ciudadanía participante.