El Actual Momento Migratorio- Puntos Críticos y Retos

EL ACTUAL MOMENTO MIGRATORIO – PUNTOS CRÍTICOS Y RETOS
– Vicaria de lo social de la Archidiócesis de Madrid –
[publicado el 16.7.23; última actualización 28.1.24]

Audio de José Luis Segovia -Josito- (Vicario episcopal de Madrid para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación) sobre este documento en esta entrada
Vídeo de Rufino García (Delegado episcopal de Madrid para la Pastoral de la Movilidad Humana) sobre este documento en este enlace

Vicaría episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación. Archidiócesis de Madrid.Los equipos de la Vicaria de lo social de la Archidiócesis de Madrid (Vicaria episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación) y otras entidades diocesanas reflexionamos y trabajamos el documento que aquí se ofrece desde febrero a julio de 2023.

El documento describe, en primer lugar, la realidad actual de la migración en Madrid. Después, ilumina bíblica y eclesialmente esa realidad. Y acaba con una larga tercera parte en la que se proponen acciones y planteamientos a realizar en cuando a las necesidades, capacidades y derechos de nuestros hermanos migrantes.

Puedes leer o descargar el documento en PDF aquí abajo.

La vergüenza del Pacto Migratorio de la UE

LA VERGÜENZA DEL PACTO MIGRATORIO DE LA UE
[Entrada publicada el 20.12.23. Última actualización 12.1.24]

Ante el vergonzoso Pacto Migratorio acordado por la Unión Europea, reproducimos -de entre los muchos artículos de colectivos y ONG- el Decálogo publicado en almena, elaborado por: organizaciones contra el Pacto Europeo de Migración y Asilo.
Tras él, ofrecemos una amplia selección de documentos que desarrollan igualmente el daño a los Derechos Humanos que supone este Pacto.

Decálogo: un Pacto contra los Derechos Humanos

La propuesta de Pacto Europeo de Migraciones y Asilo (PEMA) que la UE quiere anunciar en las próximas semanas es contraria a los Derechos Humanos porque incluye:

1. Fronteras como espacios en los que no aplica la legalidad. La propuesta de Pacto permitirá crear una ficción de no-entrada según la cual las personas que lleguen por vías irregulares a Europa no se considerarán en territorio europeo, a pesar de encontrarse en el territorio. El «procedimiento previo a la entrada» convertirá definitivamente las fronteras en limbo legal y normalizará una política de hotspots o puntos calientes, como los ya existentes en Lesbos o Canarias, que fuerzan a las personas que llegan a Europa a ingresar en centros aislados en zonas remotas, en condiciones similares a la detención y sin acceso a la necesaria asistencia jurídica, médica o psicosocial.

2. Mayor discriminación y menos garantías de acceso al asilo. La aplicación del «procedimiento en frontera» implicará que personas que necesiten y quieran pedir asilo deban hacerlo desde la frontera, en plazos acelerados y con menos garantías legales. Este procedimiento será obligatorio para nacionales de países con una tasa de reconocimiento baja y se aplicará, incluso, a personas en situación especialmente vulnerable, incluyendo a infancia y familias. Esta medida vulnera el principio de no discriminación y es contraria a la obligación legal de analizar individualmente cada solicitud de protección internacional.

3. Normalización de las detenciones masivas, incluso de menores. En la práctica, los nuevos procedimientos fronterizos obligarán a las personas migradas a permanecer en condiciones de privación de libertad durante un tiempo de hasta seis meses, en espacios fronterizos o zonas de tráfico y sin medidas de protección efectivas. La propuesta de Pacto promueve detenciones incluso, de familias y niños/as a partir de los 6 años durante largos períodos de tiempo, en dispositivos de detención sin especificar.

4. Un sistema indiscriminado de expulsiones exprés. La propuesta de Pacto utiliza los conceptos de «tercer país seguro» y de «país de origen seguro» para denegar solicitudes de protección internacional según nacionalidad y limitar el acceso a procedimientos de asilo justos. La definición de «tercer país seguro» queda diluida a discreción de cada Estado miembro sin garantías de que las personas sean protegidas, vulnerando así el principio de no devolución. En los casos de denegación, el Pacto activa la «directiva de retorno inmediato», que permitirá alargar la detención y acelerar la deportación, incluso de personas en proceso de apelación.

5. Más presión en los países de llegada a la Unión Europea que, como España, asumen ya un mayor esfuerzo del acogida. Lejos de crear un mecanismo de corresponsabilidad entre los 27 estados miembros para la reubicación de personas solicitantes de asilo, la propuesta del Pacto mantiene la obligatoriedad de pedir asilo sólo en el primer país de llegada y alarga la responsabilidad de estos estados. Esto obstaculiza la reunificación familiar y agrava la ineficiencia y la desigualdad entre los sistemas de asilo de los distintos estados de la UE.

6. Un sistema injusto de solidaridad a la carta. En lugar de establecer un sistema obligatorio que permita reubicar a las personas refugiadas en el conjunto del territorio europeo y repartir responsabilidades entre países para cumplir las obligaciones de acogida, el Pacto establece un sistema flexible que permite pagar por no acoger. Así, algunos países podrían evitar sus obligaciones de protección internacional y financiar a cambio, con 20.000 euros por persona rechazada, deportaciones y acciones de control fronterizo, incluso en terceros países.

7. Vía libre en los países de la Unión Europea para saltarse las obligaciones internacionales. Con la aplicación del ‘Reglamento de Crisis’, el Pacto permitirá a los estados alegar una situación de «crisis», «instrumentalización» o «fuerza mayor» para incumplir aún más sus obligaciones de acogida. Aunque no se define qué se entiende por situación de crisis, instrumentalización o fuerza mayor, este mecanismo amplía las derogaciones y excepciones al derecho de asilo, erosiona el ya precario sistema de asilo europeo y convierte la gestión migratoria en la gran excepción para los derechos humanos.

8. Mayor criminalización de las personas que migran. El Pacto consolida un enfoque securitario de las políticas migratorias de la Unión Europea. Fortalece el papel y los recursos de Frontex como agencia responsable del control fronterizo, persigue a aquellas personas u organizaciones que inciten, según la UE, a entrar en Europa sin autorización y aumenta las penas a personas acusadas de tráfico de seres humanos que a menudo son sólo un miembro más del grupo de personas en migración. Además, el Pacto contempla la posibilidad de reintroducir controles en las fronteras interiores de la UE.

9. Herramientas digitales para la vigilancia masiva de las personas migradas. Mediante la reforma del EURODAC (la base de datos europea de personas migradas y solicitantes de asilo), el Pacto permitirá diversificar y aumentar la recogida de datos especialmente sensibles y que deben estar absolutamente protegidos; como datos biométricos de la cara, incluso de niños de seis años. Además, el Pacto permitirá cruzar esta información con datos policiales, lo que promoverá el perfilamiento y discriminación racial.

10. Evita la aplicación de vías legales y seguras y delega la gestión migratoria en terceros países. El Pacto refuerza la tendencia europea de externalización de las fronteras, lo que implica delegar la gestión de las migraciones a otros países a cambio de beneficios comerciales y acuerdos de cooperación condicionada. La UE y sus miembros pactan con países como Libia, Túnez, Níger o Marruecos a cambio de evitar, cueste lo que cueste, las llegadas a Europa. Por el contrario, la aplicación de vías legales y seguras que posibiliten la migración regular y con garantías es una pieza inexistente en el Pacto, que no incluye ninguna medida para evitar las vulneraciones de derechos y muertes en las rutas migratorias de acceso a Europa, ni para erradicar la violencia institucional en las sus fronteras y una vez dentro.

— Más documentación — — —

Migración en España 2023 – Lectura de datos

MIGRACIÓN EN ESPAÑA 2023
– Lectura de Datos –

[Adaptado de un artículo de El País, 2.1.24]
[Texto María Martín y Lola Hierro]
[Foto Adriel Perdomo (EFE). Tesguise, Lanzarote, 23.12.26]

España se sitúa en 2023 como el segundo país de la UE con más entradas irregulares
El asilo bate récords con más de 152.000 peticiones, la inmensa mayoría de latinoamericanos. Las devoluciones a países africanos se mantienen por debajo del 5%

La ruta senegalesa – La clave marroquí – Devoluciones en mínimos – Récord de personas buscando refugio

MIGRACIÓN. Foto de Adriel Perdomo. Teguise, Lanzarote, 26.12.23El discurso optimista duró hasta agosto. La reconciliación con Marruecos en marzo de 2022 —previo giro en la política exterior española sobre el Sáhara Occidental— se había traducido en un freno de las salidas de pateras y España se mantenía como el único país mediterráneo que encadenaba descensos en las cifras de inmigración irregular. Mientras se disparaban las llegadas en Italia y Grecia, los ministros del Gobierno español resaltaban ese dato como muestra de buena gestión y cooperación en un contexto de creciente presión en Europa: la política migratoria ha sido clave en varias de las elecciones recientes, como la holandesa, y esa agenda será central en los comicios europeos de junio. Pero la tendencia a la baja se invirtió con rapidez y España ha cerrado el año como el segundo país de la UE con más entradas fuera de los puestos fronterizos habilitados, solo por detrás de Italia. También es el segundo país con mayor aumento de la inmigración irregular.

Los últimos datos del Ministerio del Interior dan cuenta, hasta el 15 de diciembre, de 52.945 llegadas por tierra y por mar. España registra así un 76% de aumento respecto a 2022 y rompe la tendencia a la baja de los dos últimos años. Por su parte, Italia ha superado las 153.000 llegadas, un 46% más que en 2022, y Grecia se ha quedado en casi 45.000, aunque el aumento es del 139% respecto al año anterior. Las muertes en el mar siguen siendo una constante: al menos 1.142 han muerto o desaparecido intentando alcanzar las costas españolas.

La cifra española, que cuando se computen las últimas dos semanas del año superará las 54.600 llegadas, es el segundo registro más alto de la serie histórica, solo superado en 2018, cuando 64.298 personas entraron de manera irregular. Ese hito llevó al Gobierno a mediar en la UE para lograr más financiación para Marruecos y estimar una partida propia de 30 millones de euros anuales.

La ruta senegalesa

La clave de 2023 han sido los desembarcos en Canarias, que han batido récords este año y que suponen más del 70% del total. Pero también han sido relevantes las llegadas de marroquíes a costas peninsulares, en miles de casos a bordo de narcolanchas, un fenómeno aún sin freno que inquieta a las fuerzas de seguridad. Las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla, en cambio, permanecen prácticamente selladas.

El aumento más significativo (144%) se ha vivido en el archipiélago canario, con 37.187 desembarcos, la mayoría en la pequeña isla de El Hierro, donde han llegado cayucos sobre todo de Senegal, pero también de Gambia. En las últimas semanas del año, sin embargo, se han multiplicado las barcas procedentes de Mauritania, una tendencia que las autoridades españolas observan con lupa. “Mauritania, como también Senegal, ve que la UE cierra pactos millonarios con Turquía, Libia o Marruecos y va a llegar el momento en el que pidan más dinero”, apuntan fuentes policiales. El Ministerio del Interior, en cualquier caso, celebra la cooperación de sus socios. El ministro Fernando Grande-Marlaska ha asegurado en varias ocasiones que esta cooperación “salva vidas” porque se impide la salida al mar del 40% de las personas que intentan llegar a España de forma precaria.

Para entender la reactivación de la ruta canaria, a niveles que no se veían desde 2006, hay que mirar sobre todo a Senegal, donde factores políticos y económicos están empujando a emigrar a su población más joven en peligrosos viajes en cayuco.

Tidiane Diallo, senegalés de 31 años, dejó su vida para subirse a una barca de madera que llegó a Canarias en octubre con casi 300 personas hacinadas a bordo. Al llegar, se mostraba decidido: venía de una familia pobre y tenía que ayudar a los suyos. “Para nosotros es frustrante porque da igual lo que estudies o dónde trabajes, nunca ganarás lo suficiente. Aquí, por mal que me vaya, siempre estaré mejor que en mi país”, decía. Pero ahora se arrepiente cada día de haberse subido a ese cayuco. “Cuando no tienes papeles, sufres mucho y trabajas 14 o 15 horas al día por 900 euros al mes. Si lo hubiese sabido no habría corrido todo este riesgo para acabar sufriendo así”, cuenta desde Lleida, donde trabaja en el campo. “Sinceramente, quiero volver a Senegal, pero hay mucha presión social y tengo miedo de volver con las manos vacías, porque sé que si lo hago, nadie de mi familia me hablará”.

Un informe interno de la agencia europea de fronteras, Frontex, señala algunas de las causas del auge de la emigración irregular senegalesa. Entre ellas, la falta de empleos para cubrir el creciente coste de la vida. Mientras España ha cerrado el año con una inflación del 3,5%, el Banco Mundial estimó que la inflación media en Senegal en 2022 era del 9,6%, frente al 2,2% de 2021. “Una gran parte de la población senegalesa joven no genera ingresos suficientes para compensar estos aumentos”, reseña el documento. Hay también una cuestión demográfica. El 75% de la población senegalesa es menor de 35 años y, cada año, unos 300.000 jóvenes se incorporan a un mercado laboral que no ofrece suficientes empleos para todos. A esto se suma el agotamiento de los recursos pesqueros, un sector que representa un 3,2% del PIB nacional, y la deriva autoritaria del presidente Macky Sall.

La clave marroquí

El foco migratorio ha estado en Canarias, pero las llegadas a otras costas también han ido in crescendo. Las 14.312 entradas registradas en la Península y en Baleares suponen un 20% de aumento respecto al año anterior y se concentran en la Península. Crecen las salidas desde Marruecos, aunque caen desde Argelia. Las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla son las únicas que mantienen cifras en negativo, apenas 1.200 personas han logrado traspasarlas en 2023, un 46,5% menos que el año anterior.

Marruecos sigue teniendo un papel crucial en el tablero migratorio, pero el análisis de su cooperación depende del ángulo con el que se analice. Será siempre elogiada en público por autoridades españolas, aunque también cuestionada en privado. “Hacen operaciones, trabajan, pero tampoco les va la vida en ello. Podrían hacer mucho más”, considera una fuente policial que pide anonimato.

Las operaciones contra migrantes y refugiados en Marruecos y en el Sáhara Occidental han reducido, efectivamente, las salidas desde esas zonas hacia Canarias. Se calcula que en torno a un 17%, según las cifras que manejaban en octubre las autoridades españolas. Pero las regiones controladas por los marroquíes siguen siendo el punto de salida para cerca del 40% de los que llegan, una cifra muy similar a la de Senegal, según datos policiales. Los marroquíes son también la principal nacionalidad de los que usan vías de inmigración irregular para entrar en España.

Devoluciones en mínimos

Por otro lado, las cifras de devoluciones revelan que la gran ambición de retornar a los inmigrantes que entran irregularmente en la UE y que no tienen derecho al asilo, está lejos de ser una realidad. Según datos internos a los que ha tenido acceso EL PAÍS, el Ministerio del Interior no logra devolver ni al 5% de los inmigrantes de Marruecos, Senegal, Argelia, Guinea o Costa de Marfil, los cinco países de donde proceden la mayor parte de los que alcanzan de forma precaria las fronteras españolas. Los retornos forzosos, según estas cifras confidenciales, se mantienen en torno al millar de personas.

Marruecos, el socio africano que más devoluciones ha aceptado, apenas admite modestos cupos semanales. Argelia, que suspendió las repatriaciones de sus ciudadanos en respuesta al acercamiento español a la postura marroquí sobre el Sáhara Occidental, solo ha aceptado menos de una veintena de devoluciones. Senegal continúa resistiéndose a aceptar grandes grupos y solo ha recibido unas decenas de sus nacionales. El mayor número de retornos desde España, con cifras más relevantes, tiene como destino Albania y América Latina, pero Interior no proporciona estos datos ni reclamándolos vía Ley de Transparencia.

La incapacidad de ejecutar retornos no es solo una cuestión en España. Devolver inmigrantes irregulares es uno de los pilares en los que se sustenta el pacto europeo de migración y asilo que acaba de cerrarse, pero se tambalea ante la tozudez de las cifras y la renuencia de los países de origen a aceptar a sus nacionales. Según un balance de Frontex al que ha tenido acceso EL PAÍS, entre enero y septiembre de 2023, los Estados miembros comunicaron 333.068 órdenes de retorno dictadas contra nacionales de terceros países, pero ejecutaron 72.985, solo un 22%.

El propio ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, planteó en diciembre en el Congreso las dificultades de las devoluciones. “¿Ustedes se creen que los países, en las circunstancias económicas, personales que viven, van a aceptar el retorno? ¿Que mandemos aviones con 300? ¿Pero ustedes saben —se lo he dicho mil veces— lo que representan, por ejemplo, en Senegal, en Gambia, en Guinea-Conakri, las remesas de la emigración? Entre un 10% y un 15% de su PIB. Ellos [los gobernantes de esos países] también se presentan a las elecciones. ¿Ustedes creen que, si no hay una cooperación […] aceptan?”. Grande-Marlaska también aseguró que España era el país de la UE que más retornos llevaba a cabo, pero no ofreció los datos que lo corroboren. En los informes de Frontex, aunque España está entre los que más inmigrantes expulsan, aparece siempre por debajo de Francia y Alemania.

Récord de personas buscando refugio

Pero, más allá de la atención que reciben, las entradas irregulares son apenas una pequeña parte de los flujos migratorios que llegan a España. Y suponen una porción aún más pequeña ante los más de seis millones de personas con nacionalidad extranjera que residen en España.

“Hay que insistir en que tenemos dos fronteras”, señala Blanca Garcés, investigadora del área de Migraciones del centro de análisis Cidob. “Una es la frontera sur, securitizada y problematizada. Aquí los números son en comparación pequeños, pero sigue siendo la frontera que todos tenemos en mente, mientras nos olvidamos de la otra frontera, la que nos conecta con América Latina, que es mucho más relevante en términos numéricos. Esta frontera no preocupa, porque se percibe próxima culturalmente y porque sirve para cubrir silenciosamente las demandas del mercado laboral”, explica Garcés.

Los datos muestran, efectivamente, que la mayoría de los inmigrantes, con muchas probabilidades de caer en la irregularidad, entra al país en avión y no vienen desde África, sino de América Latina. Y un fenómeno invisibilizado da cuenta de ello: el aumento exponencial de solicitantes de asilo.

El número de personas que busca refugio no ha dejado de crecer y este año ha batido todos los récords, con 152.000 peticiones al cierre de noviembre. Son en su gran mayoría venezolanos, colombianos y peruanos, que aterrizan como turistas con la intención de pedir asilo al llegar a España. Una vez aceptada la solicitud, la ley les garantiza que, a los seis meses, puedan vivir y trabajar legalmente hasta que se resuelva su expediente. Un trámite que puede prolongarse años en lugar del semeste que marca la directiva europea.

España lleva cinco años entre los tres primeros países de la UE con más solicitudes, pero a pesar de la experiencia con la guerra de Ucrania a cuyos refugiados se les concedió la protección temporal en menos de 24 horas, el sistema sigue sin responder a la demanda y las necesidades del resto de nacionalidades.

No hay recursos suficientes para la obtención de citas y tampoco para un estudio ágil de los expedientes. En los cajones de la Oficina de Asilo y Refugio hay, según Eurostat, 196.000 peticiones sin resolver. “Con más expedientes por resolver que solicitudes, España está fracasando en este asunto”, sentencia Estrella Galán, secretaria general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). “No se está garantizando el acceso y no hay soluciones a la falta de citas, que está invisibilizando el número real de solicitantes que hay en España”, añade. “Se han producido mejoras en la oficina de asilo, pero lo urgente está sin resolver, pues las personas no pueden acceder a la protección”.

España tiene una tasa de reconocimiento del asilo muy baja, apenas un 6,6% frente al 22% de la media europea. Los ciudadanos con más resoluciones favorables provienen, además de Ucrania, de Malí, Siria y Afganistán, mientras que Colombia, Marruecos y Perú concentran las respuestas desfavorables.

Audio: COMUNICADO DE LA MESA Y PACTO MIGRATORIO UE

Rufino García, delegado episcopal de Migraciones en Madrid
SOBRE EL COMUNICADO DE LA MESA
Y SOBRE EL PACTO MIGRATORIO DE LA UE
– Audio –

[El Espejo en COPE, 22.12.23]

Información complementaria:

Rufino García, delegado episcopal de Migraciones en Madrid. SOBRE EL COMUNICADO DE LA MESA "Esta Navidad no tenemos plan" Y SOBRE EL PACTO MIGRATORIO DE LA UE.

El hostal más económico de Madrid

EL HOSTAL MÁS ECONÓMICO DE MADRID

[Reportaje en El País de 21.11.23]
[Texto Fernando Peinado]

La ruta es bien conocida por muchos inmigrantes en España: desciendes del avión en Barajas, cruzas los dedos para que la policía no te ponga problemas, sales con tu equipaje en busca del Metro y te bajas a cinco paradas, caminas 300 metros por las calles tranquilas de un barrio periférico y ahí está, tu primer alojamiento en Madrid, el escenario donde comienza la gran aventura, Hostel Nápoles.

Lo conocen por el boca a boca o por buscadores de alojamiento. Todo el mundo lo dice. Nápoles es la opción más barata en la capital por unos precios que suelen rondar los 10-15 euros de lunes a jueves y los 30-50 euros los fines de semana. Es un sitio austero con 12 habitaciones repartidas en tres plantas y tres salas comunes, sin decoración en las paredes ni televisión. “¿Sabes que vas a dormir en una habitación con 15, 20 personas o más?”, es lo primero que advierte el recepcionista a un interesado. “Esto es muy básico”.

Por no tener, Hostel Nápoles no tiene ni camas. Los huéspedes duermen sobre colchones inflables instalados en literas. Tampoco disfrutan de privacidad alguna. Las duchas carecen de pestillo y no existen casilleros para guardar las pertenencias más valiosas. El recepcionista ofrece depositarlas en el cuarto de lavadoras, que cierra bajo llave. La cocina es autogestionada. Los inquilinos compran su comida en un Día cercano y guardan su turno hasta que queda libre una pequeña estufa o un microondas.

La mayoría de la gente sabe lo que va a encontrar porque en internet pueden leer cientos de comentarios advirtiendo del escaso confort o el riesgo de robos (”Le doy una estrella porque no le puedo dar cero”). Pero aún así, Nápoles estaba casi lleno la semana pasada. A pesar de todas sus carencias, tiene lo imprescindible para dar sus primeros pasitos en España: un techo.

Alejandra Castillo, de 16 años, comparte una habitación de 26 colchones en litera con su tía, su abuela y otras muchas desconocidas, en el sótano del edificio. Llegaron hace un mes desde El Salvador y esperan hasta final de noviembre para mudarse a una habitación de un piso. La adolescente podrá así empadronarse y solicitar plaza en un instituto para retomar los estudios.

Cuando ya ha oscurecido, las tres mujeres vuelven al hostal donde no encuentran mucho que hacer. La abuela Zoraida, de 58 años, se marcha al dormitorio colectivo mientras Alejandra y su tía Carla, que tiene 21 años y es como una hermana para ella, tratan de matar el tiempo en una de las dos salas comunes. Pasan la tarde mirando sus móviles, sentadas en torno a una mesa sin ornamento alguno. La luz de la estancia se apaga cada 10 segundos hasta que levantan un brazo para activar los sensores de movimiento. El mecanismo parece diseñado para agotar la paciencia y mandar a los huéspedes a otro lugar.

Ellas evitan el dormitorio porque les deprime y solo entran a la hora de dormir, aunque es difícil conciliar el sueño en una sala que parece un barracón militar. Les molestan el mal olor, los ronquidos y la falta de respeto de algunas inquilinas que hablan hasta altas horas de la madrugada con sus familiares en sus países de origen. A estas alturas de la tarde, cuando ya ha amanecido en América, ya han comenzado las videollamadas. Las dos jóvenes tienen una mirada triste y están deseando que les entreguen las llaves del piso para salir de este ambiente. “Yo he escuchado ahí en la habitación que algunas hasta su cuerpo venden”, dice Carla, la tía de Alejandra.

La tía Carla ya conoce Madrid porque vivió ocho meses en 2021, cuando trabajó de niñera. Volvió a El Salvador para recoger a su sobrina y a su madre, quien, harta de la extorsión de los delincuentes, cerró hace dos años su pupusería, un establecimiento donde vendía tortas de maíz. Dicen que la seguridad ha mejorado en el país, pero han decidido emprender una nueva vida en un país más próspero.

La adolescente Alejandra nunca había salido al extranjero y está fascinada por lo ordenado y seguro que es Madrid. Le ha impresionado ver por Gran Vía a grupitos de chicos de su edad disfrutando sin miedo a ser baleados o raptados, o que los conductores circulan con precaución y se detienen en los pasos de cebra para que pasen los peatones, o que pueden comprar carne y fruta a la mitad de precio que en su país. Quiere terminar aquí el año que le queda para finalizar secundaria, llegar a la universidad y conseguir su meta: “Ser piloto de avión es mi sueño”.

No hay mucho que hacer en los alrededores del Nápoles. El entorno, en el barrio de Canillas, es un popurrí de pisos modestos y chalés caros, con poco comercio. El hostal abrió aquí después de lo peor de la pandemia, en el local donde tenían su sede los peregrinos de la Hermandad de la Virgen del Rocío en Madrid. La dueña, Liu Dongfei, controla otros hostales en la capital. En esos otros hospedajes, los estándares (y los precios) son ligeramente más elevados, según los inquilinos del Nápoles. Sin embargo, uno de los negocios de esa empresaria fue clausurado en 2021 después de una plaga de chinches. La Comunidad de Madrid dice a través de una portavoz que recientemente ha inspeccionado el Nápoles y aún están pendientes de la resolución.

Esta noche, un grupo ruidoso de españoles brinda con cervezas en el bar de Juan, el negocio que colinda con el Nápoles. Nadie presta atención al noticiero nocturno de Telemadrid donde hablan sobre la investidura de Pedro Sánchez. Ningún inquilino del Nápoles entra al bar, salvo uno. Abraham Abed. Con su gabardina y zapatos relucientes, este palestino de 65 años es la persona más elegante del hostal. Tomando un café con leche sobre la barra, explica que reside ahí desde agosto. Vino desde Jordania para someterse a una cirugía y se quedó primero en un hotel céntrico, pero como el procedimiento se ha retrasado, tuvo que buscar un alojamiento asequible.

Los primeros días en el hostal los pasó asustado de los jóvenes con los que compartía residencia. Él también había sido emigrante en España, en los setenta, pero no podía identificarse con ellos porque su experiencia migratoria fue muy distinta. Él había llegado a España con recursos para financiar sus estudios de medicina; ellos han venido sin apenas medios, buscando una fortuna incierta.

Su opinión sobre ellos cambió cuando empezó a conocerlos y descubrió “la heroicidad” de sus historias. “Los ves callados, un poco tímidos o rudos, pero cuando hablas con ellos se les cae la máscara”, dice Abed. “Descubres el sacrificio enorme que están haciendo”.

¿Quedarse o regresar?

Dentro del Nápoles, los jóvenes pasan las horas posteriores a la cena en sus dormitorios (algunos mixtos y otros divididos por género) o en las tres salas comunes. Uno de estos espacios es un rellano con un par de sofás y sillas donde se concentran algunos noctámbulos. Un venezolano explica en un inglés muy competente a unos gambianos que llegó a España hace solo cinco días, escapando de la ruina a la que han conducido a su país unos políticos corruptos, pero se queda trabado porque no encuentra la palabra para describir la malversación de fondos.

Embezzlement, it’s called embezzlement, deduce el gambiano.
Yes! That’s the word.

Un senegalés muestra a unos latinos un vídeo de TikTok donde aparece él poco antes de emprender su viaje a las Canarias. Se le ve cantando sonriente en una pequeña barca donde ha pescado un enorme pez espada.
Alejandra discute con otro subsahariano sobre uno de los debates que divide a la humanidad.

—Cristiano, dice ella.
—Messi, responde él.
—¡Cristianoooo!
—No, ¡Messiiii!

Así, llega la medianoche y empieza la lenta retirada a los dormitorios. Para dormir, deben combatir el intenso olor a pies, el concierto de ronquidos y la luz del pasillo, que golpea en la cara cada vez que alguien abre la puerta. Dicen que después de unos días uno se acostumbra.

Los primeros despiertan poco después de las 5.00. El venezolano Carlos Acero y el colombiano Heiler Roa quieren coger el primer metro de la mañana para llegar a Plaza Elíptica. Allí, como ha pasado desde hace tiempo, se recluta a inmigrantes sin documentos.

Pero a la hora del almuerzo, ambos regresan al hostal con hambre y cara de derrota. “Cada vez que llega un man con un carro se le echan 30 encima”, se queja Roa en la cocina. Llevan días caminando, preguntando aquí y allá, pero es difícil conseguir trabajo sin papeles.

Llega un momento en que cunde la desesperación, dice Acero, de 29 años, mientras prepara unos espagueti. Viste una camiseta donde ha estampado fotos de él con sus dos hijos y el mensaje “Gracias papá. Te amo”. En dos semanas que lleva en Madrid solo ha trabajado un día, como peón de obra por 40 euros que aún no ha cobrado. La buena noticia de que iba a trabajar la recibió el miércoles por la mañana en una iglesia de Lavapiés adonde acudió para apuntarse a la bolsa de empleo. Allí sonó su teléfono preguntando si estaba disponible. “Llegué de una”, dice para explicar que se marchó volando. “Va uno así alegre”.

Pero hoy no ha trabajado y ha vuelto a preocuparse. Está pensando regresar. “¿Qué voy a hacer yo aquí en diciembre chupando (pasándolo mal)?”, pregunta.

Un joven colombiano que sí tiene trabajo más continuo llega a la cocina y choca puños con él. “Todo llega. Es el voz a voz”, le dice, tratando de levantarle el ánimo.

Se llama Diego Rodríguez, tiene 27 años y trabaja en una obra. Lleva en Hostel Nápoles tres meses y ha visto pasar por aquí a muchos que deciden volver a sus países. Tras unos primeros días emocionantes, llega el bajón anímico. “Ven cómo la plata disminuye y se asustan”, explica.

“Todo es un paso a paso”, dice Rodríguez, que vendió su moto para pagar el pasaje a España. “Quiero ahorrar para mandar dinero a mis papás que no están bien económicamente. Que tengan un buen retiro”.

—¿Pero no prefieres ahorrar para salir de aquí?
—¡Sí, claro! La idea es prosperar.

Cuando salen de Hostel Nápoles en busca de suerte, todos caminan un par de calles hacia la parada del Metro. ¿Su nombre? Esperanza.